El secreto para ganar una acalorada discusión es muy sencillo: preguntar el cómo en lugar del por qué de las posturas.
Las personas son menos agresivas cuando se ven en la necesidad de explicar cómo llevar a cabo las ideas que defienden a ultranza en lugar de mencionar por qué hay que creer en ellas.
Cuando se trata de explicar a cabalidad cómo poner en práctica las ideas que se defienden, las personas automáticamente se ven obstaculizadas y mágicamente suavizan su discurso, en busca de la manera para dar explicación a sus creencias.